Una Comunidad concentra un amplio espectro de personas con estilos de vida diferentes y formas de pensar y hacer distintas que, en principio, no tienen por qué suponer un problema. Sin embargo,a veces son causa de conflictos vecinales que solo la figura de un intermediario, como puede ser el administrador de fincas, puede ayudar a resolver. Conoce perfectamente la realidad inmobiliaria y legal y, por tanto, es capaz de discernir con mayor objetividad las soluciones más apropiadas para cada situación. Por cierto, el tipo de disputas que surgen son muy similares en la mayoría de Comunidades…
Entre las causas más repetidas de enfrentamiento entre vecinos está el ruido provocado, habitualmente, por la celebración de fiestas pero también por los gritos o la realización de actividades a altos decibelios. Se puede llamar a la policía, pero lo más recomendable es notificar a la administración de fincas para que avisen a los infractores y decidan cómo actuar si no cambian su comportamiento. Otro problema puede ser la convivencia con mascotas, un asunto que requiere suma delicadeza ya que entran en juego desde posibles intolerancias físicas y miedos incontrolables hasta el simple desprecio por los animales. Aquí es importante conciliar posturas y recurrir, si es necesario, a las leyes existentes al respecto.
La gestión de los residuos y basuras también puede provocar hostilidad vecinal. Ya es complicado demostrar quién ha ensuciado qué y dónde pero incluso pudiéndose hacer es difícil lograr que se asuman responsabilidades. Además no existen sanciones por problemas de tan pequeña envergadura por lo que la solución pasa por un trabajo de mediación arduo y exigente. Igualmente, el uso indebido de las zonas comunes puede llegar a ser muy complejo de resolver sobre todo en casos en los que las evidencias son pocas o ninguna y no están recogidas en los estatutos. Solo una convocatoria de Junta para votar las medidas a tomar puede contribuir a apaciguar los ánimos.
La realización de obras en una vivienda es otra situación que levanta muchas asperezas entre los vecinos pero, por lo menos, cuenta con una regulación muy específica. A pesar de todo, hay que valorar muy bien cada caso para determinar si vale realmente la pena abrir la vía judicial ya que esta puede perjudicar, de por vida, la convivencia entre los implicados. En lo que respecta a la seguridad vecinal, los conflictos que se suelen producir muestran una clara contraposición entre las valoraciones personales y los derechos comunitarios. Es lo que ocurre cuando se consideran poco deseables ciertas compañías de ciertos vecinos que, por otro lado, tienen total libertad para invitar a quien deseen a su casa. Por este motivo, la actuación del administrador de fincas resulta crucial ya que puede ayudar a determinar y aplicar las medidas más oportunas (como puede ser instalar cámaras o seguridad en los accesos).
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